Banderas de nuestros padres

viernes, 18 de junio de 2010




El fútbol no es sólo un deporte, no es un mero juego.

Por encima de toda la basura que hay debajo de la alfombra, ruedan emociones que tal vez, sólo el fútbol es capaz de provocar. Y no cuento nada nuevo, pero me ha venido a la cabeza paseando por Granada. Ayer perdí la cuenta de las banderas de España que vi colgadas en las ventanas, de las bufandas, camisetas y colores de nuestra selección que pude observar aquí y allí. Todo esto, en un país que duerme su orgullo patrio bajo las negras sábanas de la Guerra Civil, de los viejos enfrentamientos, de la Izquierda roja de mierda y los fachas cabrones de la Derecha. Aquí el que lleva los colores de la bandera ya es un franquista, y el que luce el morado, un republicano marxista y leninista que le mete fuego a las iglesias en sus ratos libres. A este perfecto mosaico de innato egoísmo ibérico le hemos sumado en los dos últimos años una crisis de valores y confianza -que también dicen que es económica-, con lo que nos ha quedado un Titanic de clase media en el que todos gritan el puto "sálvese quien pueda".

Pero el fútbol, durante unas semanas, lo ha cambiado todo. Sin contar con los cuatro Homo Erectus del norte, que se afanan en levantar muros culturales cimentados sobre mierda nacionalista, este país se ha unido completamente bajo una ilusión. Hasta mi madre quiere seguir ahora los partidos de la Roja. La crisis sigue, pero la ilusión por algo tan 'tonto' nos hace sonreír, emocionarnos, gritar, sudar, rezar, llorar, cabrearnos y unirnos.

Me quedo con algo que nos pasó a un amigo y a mí a la salida del partido contra Suiza. En la misma puerta del bar, nos paró una señora de mediana edad, de las que seguramente no han visto un partido completo jamás: "¿cómo hemos quedado?" "¡Qué pena!" "Venga, que remontaremos". A los 2 minutos, un caballero que tenía toda la pinta de acabar de salir del curro, repite la jugada, y nos quedamos charlando con él alrededor de diez minutos. Luego despedida y palabras de ánimo mutuas.

Y todo en la tierra de la malafollá.

Que sí, que el fútbol será pan y circo para el pueblo, pero en momentos de desilusión, cantar un gol con toda tu alma, abrazarte a desconocidos y olvidar toda la negrura que nos rodea... eso, eso es más que deporte, eso es más que un juego.

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